De una manera diferente, pero con las mismas ganas (o más) que nunca. Así se dejó ver Eskorzo el pasado 30 de enero en la capital. Una forma de despedir el primer mes del año por todo lo alto, y en el Teatro Circo Price de Madrid.
Muchos son ya los años que la banda granadina lleva sobre los escenarios. Numerosos festivales, montones de conciertos sintiendo esa maravillosa conexión que genera la música al unir a la banda con el público, y al público con la banda. Ese desenfreno sobre las tablas de cualquier sala de conciertos o recinto que tanto caracteriza a Eskorzo, y esas ganas de dejar marca, independientemente del lugar.
Así son ellos. No sólo unos músicos de prestigio, con mucho ritmo y flow repartiendo alegría por doquier, si no unas personas que se saben adaptar, camaleónicas donde los haya y capaces de hacer bailar al público desde las butacas. Sonidos diferentes, pero con la misma atracción de siempre.
El Teatro Circo Price de Madrid se las gozó esa noche de una manera muy especial. Con una puesta en escena muy familiar y acogedora, se podía percibir desde lo más alto del teatro la energía, las ganas y la soltura con la que la banda había llegado a la capital. Tantos meses de “descanso mental”, de preparación interna y, ¿por qué no?, externa también. Tantos recuerdos que se vienen a la cabeza de aquellos bestiales momentos en los que la música retumbaba sin medidas, sin mascarillas ni geles, han merecido la pena para recibir con los brazos bien abiertos a los andaluces en este recién llegado 2021.
Y recibirlos para volver a escuchar su música en directo, defendiendo ante todo la cultura segura, y demostrando que es posible ponerse delante de un escenario, con montones de miradas clavadas en la música, y disfrutando al mismo tiempo de cada acorde.
A pesar de todo, y “olvidando” la situación exterior, más allá de las puertas de ese teatro, Eskorzo brilló. Y deslumbró con ese hambre de tocar en directo, de sentir cómo todxs y cada unx de los asistentes brincaban en sus asientos, dando palmas, meneando los brazos e incluso cantando por todo lo alto cada uno de sus temas.
Las ganas de levantarse del asiento eran muy evidentes. El impulso de ponerse de pie y mover el esqueleto con esa cumbia que tanto los representa, y las ganas de engancharse del de al lado, aunque no le conocieras, sobresalían de todos los estereotipos y normas impuestas por la pandemia. E incluso de saltar sobre los asientos y dejar que ese espíritu salvaje se apoderara de ti.
El COVID-19 habrá provocado muchas cosas pero, lo que sí está claro, es que el amor por la música, por ver cómo tu grupo favorito se desgarra en el escenario y, sobre todo, el deseo de disfrutar en directo de cada melodía, es lo que hace grandes estos pequeños momentos.
Eskorzo lo hizo. Consiguió que, incluso, cada asistente renaciera espiritualmente y dejara atrás todo lo que lleva cargando sobre los hombros desde hace casi un año. Estos granadinos son pura magia y, desde luego, el teatro Circo Price se convirtió aquella noche en una chistera, donde cada minuto era un sueño hecho realidad.
Texto y Fotografías: Inma García de la Rosa Zamorano