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Entrevista a Josh Homme (Queens Of The Stone Age) – Susto o muerte

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Unas horas antes de que Queens Of The Stone Age cerraran su gira en España con un impresionante concierto en el Poble Espanyol, tuvimos la oportunidad de encontrarnos con Josh Homme en la terraza de un hotel en el centro de Barcelona.

“Josh está muy feliz”, afirma con seguridad el representante de su sello discográfico al describir el estado de ánimo del líder de la banda cuando nos recibe en el vestíbulo del hotel. Poco después, Homme, vestido con una camisa blanca, pantalones oscuros, gafas de sol y un pendiente en forma de cruz, nos recibe con una sonrisa que destaca su diente de oro, confirmando lo que se dice de él.

No es para menos: el clima es ideal, y desde la octava planta del lujoso hotel se puede disfrutar de una vista impresionante de Barcelona. Profesionalmente, su banda ha tenido una de sus giras más exitosas en España, dejando su huella en ciudades como A Coruña, Madrid, y Fuengirola, y esa misma noche lo harían en Barcelona. En el ámbito personal, su tumultuosa separación de Brody Dalle, con acusaciones de maltrato, parece haber quedado atrás, aunque algunas de esas experiencias quedan reflejadas en las letras de su último álbum, In Times New Roman. Esto se nota en su aspecto físico y en su buen humor, que se refleja en las bromas que hace con la camarera que nos sirve cervezas. En un momento incluso interrumpe la entrevista para que admiremos a una mujer tomando el sol en el balcón del edificio de enfrente, exclamando: “Dios bendiga esta ciudad”. Además de estar de buen humor, parece tener una actitud traviesa.

Sin embargo, detrás de esa fachada jovial, se percibe que Homme es “un tipo problemático”, como él mismo se define. Casi todas las historias que comparte, algunas en off the record, tienden a terminar en peleas o situaciones extremas. Es el tipo de amigo con el que, si sales de fiesta, sabes que habrá que frenarlo en algún momento. Y, por supuesto, intentará conseguir tantos cigarrillos como le sea posible.

¿Eres de siestas?
JOSH HOMME: “Mmm… Bueno, nunca lo fui, pero ahora un poco sí. Creo que es porque me estoy haciendo viejo”.

O quizás te estás volviendo español.
“Me encantaría. A menudo le he dicho a mi familia que deberíamos mudarnos aquí”.

¿En serio?
“Sí, especialmente a la Costa Brava, Girona, Llafranc, Pals… O incluso a las afueras de Barcelona. Me encanta esta ciudad. Sinceramente, amo a España, y por eso hemos hecho cinco conciertos aquí. No planeamos girar mucho más después de esto, así que esta es la etapa final de este disco. Antes teníamos una lista de cosas que queríamos hacer, y de ahí salieron estos cinco conciertos. Todos han sido fantásticos. Creo que tiene que ver con el amor por el fútbol. En América, los deportes son un poco más duros, pero en Europa, el fútbol tiene algo mágico. Eso ayuda a que el público se una de una manera auténtica”.

Ya llevas diez años con la formación actual. ¿Cómo te sientes sobre la banda hoy y cómo has visto su evolución, tanto creativa como personal?
“Después de todo este tiempo, puedo afirmar que mi idea al crear Queens era que la gente pudiera unirse y conectar. Muchas personas han pasado por la banda, pero ese siempre fue el objetivo. Sé que es complicado encontrar a alguien que encaje, especialmente con personalidades fuertes. Muchos de mis amigos han fallecido y esas situaciones no perduran. Hay que disfrutarlas cuando suceden y aceptar que no puedes enojarte cuando terminan. En Queens hemos tenido a algunos de los personajes más excéntricos del rock en los últimos 20 años. Si bien hay bandas clásicas que merecen su reconocimiento, en los últimos años hemos tenido a Nick (Oliveri), Mark (Lanegan), Dave (Grohl), Joey (Castillo), Troy (Van Leeuwen)… Nunca pensé que esto duraría, y no me molesté cuando terminó. A otros les ha dolido más, pero creo que ahora sonamos mejor que nunca. Mikey (Shuman), nuestro bajista, es increíble. Toca y canta de maravilla, y su actitud es excepcional. Hace poco me golpeó con el mástil de la guitarra y ni siquiera lo vi venir. Estoy orgulloso de ese chichón. Y Troy, que desde los 15 años ha vestido de traje, sigue tocando con la misma pasión, a pesar del calor. Somos una de las últimas grandes bandas de rock. Sé que hay muchas, pero nosotros somos de las pocas que quedan. Estoy agradecido, porque reconozco que soy problemático, pero creo que se puede valorar lo que se tiene y arriesgarse a perderlo todo”.

Vaya.
“Hoy fui a cortarme el pelo y me echaron de la barbería. No me gustaba el corte que me hicieron y, quizás por no hablar el idioma, me pidieron que me fuera”.

Sin embargo, se te ve bien el pelo.
“Sí, luego vi que estaba bien y les pedí disculpas. ‘Todo bien, todo bien’ (lo dice en español). Me pasa bastante a menudo”.

En tus inicios, tuviste una conexión muy profunda con el estudio Rancho de la Luna. ¿Qué te evoca ese lugar y tu relación con Dave Catching?
“Para mí, es como la casa que construimos Dave, Fred (Drake) y yo. Lo más bonito es que no fue un esfuerzo consciente por hacer algo especial. Aprendí en Kyuss que si vas alardeando de tus logros, la gente tiende a alejarse. Pero si guardas algo (hace un gesto de ocultar algo con las manos) y lo disfrutas, y solo lo compartes con las personas que te importan, todos querrán saber más sobre eso especial que tienes. Me encantan los secretos. Me siento orgulloso de que Dave siempre esté allí. Sin embargo, Joshua Tree ha cambiado. Siempre supe que sucedería y acepté que los hipsters llegaran, porque es un lugar maravilloso. Pero es divertido ver cómo los hipsters se relacionan con los auténticos del desierto”.

¿Crees que aún tiene sentido conectar a Queens Of The Stone Age con el desert rock o el stoner rock?
“Siempre he tenido mis reservas con el stoner rock, ya que me parecía una referencia demasiado evidente a Black Sabbath. He trabajado arduamente para sonar diferente, y por eso me cuesta asociarme a una escena. Me asusta ser parte de un grupo más grande, porque quiero que la gente reconozca mi sonido en cinco segundos. No busco encajar, pero al mismo tiempo me gusta el término desert rock o stoner rock, porque es lo suficientemente amplio como para no significar nada concreto. Y lo interesante es que, secretamente, siempre he disfrutado que ese término tenga una segunda vida. En sus inicios, el stoner rock incluía a bandas como Iron Maiden, pero luego evolucionó, y me gustó, aunque no quise ser parte de ello”.

¿Hay alguna banda que hayas admirado en secreto, pero que nunca se mencione como influencia en Queens Of The Stone Age? Quizás Devo…
“Definitivamente. Devo es una de las bandas más mágicas que existen. Los adoro. También mencionaría el blues africano. Hay un álbum llamado Legends Of Benin con grabaciones de los años 60 y 70, donde todo suena un poco desafinado y es como un viaje: bing bong bing bong. Y me pregunto, ‘¿dónde estoy?’. Es como un tapiz de luces que juntas crean algo hermoso. Eso también lo logra Devo, así como Howlin’ Wolf e incluso James Brown. Can es otra gran influencia. Cuando grabé el primer disco de Queens, tenía 28 años y era muy inocente. Pensé que había creado algo nuevo: el trance rock’n’roll, ya que nunca había escuchado nada parecido. Había estado en fiestas rave y quise llevar esa repetición al rock, con sus imperfecciones. Pero se lo mostré a nuestro técnico de sonido, Hutch, y me dijo: ‘Suena como Can’. Y pensé: ‘Mierda’ (risas)”.

Siempre hay alguien que lo hizo antes.
“Sí, pero en este caso me refiero a décadas. Pero eso fue importante, porque me hizo ver que nadie posee nada. Solo tienes la suerte de descubrir algo, pero no has inventado la rueda. Solo puedes decir: ‘He hecho una rueda, ¿quieres venir a rodarla conmigo?’. Eso es todo lo que puedes pedir. En el arte, todos observamos, absorbemos y creamos algo hermoso”.

Tuvo que ser bonito pensar que habías inventado algo.
“Fue igual de bonito que descubrir que no inventé nada (risas). Creo que es valioso no tener influencias directas, porque durante Kyuss, la gente decía que sonábamos a Black Sabbath, y por muchos años me negué a escucharlos. Pensaba: ‘Que les den, nunca los escucharé’ (risas). No fue hasta que salí de Kyuss que los escuché y me di cuenta de lo increíbles que eran. Es bueno no sumergirte tanto en algo que te impida encontrar la salida. Es genial pensar que has creado algo, pero también es genial aceptar que no lo hiciste”.